Un sitio para el descanso del viajero de la vida, para los que se sienten cansados, agobiados. Y para crecer juntos...
miércoles, septiembre 26, 2018
martes, septiembre 25, 2018
Colapso de la educación
En la puerta de entrada de una universidad en Sudáfrica,
el mensaje siguiente fue fijado para la contemplación:
"Destruir cualquier nación no requiere el uso de bombas atómicas o
"Destruir cualquier nación no requiere el uso de bombas atómicas o
el uso de misiles de largo alcance.."
Solo se requiere de un bajo nivel educativo y que sus estudiantes hagan trampas en los exámenes
Los pacientes mueren a manos de esos médicos...
Los edificios se derrumban a manos de esos ingenieros...
El dinero se pierde a manos de economistas y contadores...
La humanidad muere a manos de esos eruditos religiosos...
La justicia se pierde a manos de esos jueces...
Los pacientes mueren a manos de esos médicos...
Los edificios se derrumban a manos de esos ingenieros...
El dinero se pierde a manos de economistas y contadores...
La humanidad muere a manos de esos eruditos religiosos...
La justicia se pierde a manos de esos jueces...
"El colapso de la educación es el colapso de la nación".
Definición de hijo
"Hijo es un ser que Dios nos prestó
para hacer un curso intensivo de
cómo amar a alguien más que a nosotros mismos,
de cómo cambiar nuestros peores defectos
para darles los mejores ejemplos y
de nosotros aprender a tener coraje.
Sí, Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje
que alguien pueda tener,
porque es exponerse a todo tipo de dolor,
principalmente de la incertidumbre de estar
actuando correctamente y
del miedo a perder algo tan amado.
Perder? cómo? No es nuestro?
Fue apenas un préstamo…
el más preciado y maravilloso préstamo,
ya que son nuestros sólo mientras
no pueden valerse por sí mismos,
luego le pertenecen a la vida,
al destino y a sus propias familias.
Dios bendiga siempre a nuestros hijos,
pues a nosotros ya nos bendijo con ellos"
Marco Tulio Ciceron escribió sobre la situación del Imperio Romano.
1.- El pobre trabaja y trabaja.
2.- El rico explota al pobre.
3.- El soldado protege a los dos.
4.- El que paga impuestos paga a los tres.
5.- El vagabundo descansa por los cuatro.
6.- El borracho bebe por los cinco.
7.- El banquero roba a los seis.
8.- El abogado engaña a los siete.
9.- El doctor le cobra a los ocho.
10.- El enterrador sepulta a los nueve.
11.- Y el político vive feliz a cuenta de los diez.
"Escrito en el año 43 AC pero,
totalmente válido en la actualidad”
lunes, septiembre 03, 2018
La ratoncita presumida
Hace ya bastantes años, doscientos años tal vez, por escapar de los gatos y de las trampas también, unos buenos ratoncitos se colaron en un tren y a los campos se marcharon para nunca más volver.
Andando, andando y andando llegaron por fin al pie de una montaña llamada la montaña Yo-no-sé, y entonces dijo el más grande: lo que debemos hacer es abrir aquí una cueva y quedarnos de una vez porque como aquí no hay gatos aquí viviremos bien.
Trabaja que te trabaja tras de roer y roer agujereando las cuevas se pasaron más de un mes hasta que una hermosa cueva lograron por fin hacer con kioskos, jardín y gradas como si fuera un chalet.
Había entre los ratones que allí nacieron después una ratica más linda que la rosa y el clavel. Su nombre no era ratona como tal vez supondréis, pues la llamaban Hortensia que es un nombre de mujer.
Y era tan linda, tan linda que parecía más bien una violeta pintada por un niño japonés: parecía hecha de plata por el color de su piel y su colita una hebra de lana para tejer.
Pero era muy orgullosa y así ocurrió que una vez se le acercó un ratoncito que allí vivía también y que alzándose en dos patas temblando como un papel le pidió a la ratoncita que se casara con él.
¡Qué ratón tan parejero! dijo ella con altivez. Vaya a casarse con una que esté a su mismo nivel, pues yo para novio aspiro, aquí donde usted me ve, a un personaje que sea más importante que usted.
Y saliendo a la pradera le habló al Sol gritando:
– ¡Jeeey! usted que es tan importante porque del mundo es el rey, venga a casarse conmigo pues yo soy digna de ser la esposa de un personaje de la importancia de usted.
– Más importante es la nube – dijo el Sol con sencillez- pues me tapa en el verano y en el invierno también.
Y contestó la ratica:
– Pues que le vamos a hacer… Si es mejor que usted la nube con ella me casaré
Más la nube al escucharla, habló y le dijo a su vez:
– Más importante es el viento que al soplar me hace correr.
– Entonces – dijo la rata- entonces ya sé que hacer si el viento es más importante voy a casarme con él.
Mas la voz ronca del viento se escuchó poco después diciéndole a la ratona:
– Ay Hortensia, ¿sabe usted?, mejor que yo es la montaña aquella que allí se ve- porque detiene mi paso lo mismo que una pared.
– Si mejor es la montaña con ella me casare- contestó la ratoncita-, y a la montaña se fue.
Mas la montaña le dijo:
– ¿Yo importante? ¡Je, je,je! Mejores son los ratones los que viven a mis pies, aquellos que entre mis rocas tras de roer y roer, construyeron la cuevita, de donde ha salido usted.
Entonces la ratoncita volvió a su casa otra vez y avergonzada y llorando buscó al ratoncito aquel a quien un día despreciara por ser tan chiquito él.
– ¡¡¡¡¡¡ Aaaaaaaaaalfreditooooooooooooooooooooo !!!!!!; ¡Oh, perdóname, Alfredito – gimió cayendo a sus pies-, por pequeño y por humilde un día te desprecié, pero ahora he comprendido -y lo he comprendido bien- que en el mundo los pequeños son importantes también.
Aquiles Nazoa
(lección de humildad)
Ser testigos
“Una
psicóloga con la que trabajo me contó esta historia. En los años ochenta,
cuando ella vivía y trabajaba en Nueva York, decidió asistir a un taller
profesional de dos días que consistía en la proyección de unos veinte filmes
cortos de una de las últimas discípulas de Carl Jung, la gran analista de
sueños Marie-Louise von Franz. Entre las proyecciones, un distinguido panel
compuesto por los directores de dos importantes centros de formación
junguianos, y el propio nieto de Carl Jung, respondían a preguntas escritas por
el público, enviadas al escenario en tarjetas.
Una de esas
tarjetas contaba la historia de un sueño horripilante, en el que el soñante era
degradado y robado de su dignidad en manos de los Nazis. Un miembro del panel
leyó el sueño en voz alta. Mientras escuchaba la lectura, mi colega empezó a
formular en su cabeza su interpretación del sueño, anticipándose a la reacción
del panel. Realmente no tenía mucho secreto, pensó, mientras elucubraba
interpretaciones simbólicas de las torturas y las vejaciones narradas en el
sueño. Pero esta no fue en absoluto la respuesta del panel.
Cuando
terminó la lectura, el nieto de Jung miró a la vasta concurrencia. “Por favor,
¿podrían ponerse de pie?”, preguntó. “Nos pararemos juntos en un momento de
silencio en respuesta a este sueño.” El público se paró por un minuto. Mi
colega aguardaba impacientemente la discusión que sin duda seguiría. Pero
cuando volvieron a sentarse, el panel pasó a la próxima pregunta.
Mi colega
no entendió en absoluto qué había ocurrido, y días más tarde le preguntó a uno
de sus maestros, también analista junguiano, sus impresiones del hecho. “Ah,
Lois”, dijo el hombre, “hay en la vida sufrimientos tan indecibles,
vulnerabilidades tan extremas que van más allá de las palabras, más allá de las
explicaciones y hasta más allá de la curación. En la cara de esta clase de
sufrimiento, todo lo que podemos hacer es ser testigos, para que nadie tenga
que sufrir solo.”
Quizás la
voluntad de enfrentar esta vulnerabilidad compartida nos otorgue la capacidad
de reparar el mundo. Es posible que aquellos que encuentren el coraje de
compartir su humanidad sean capaces de bendecir a cualquiera, en cualquier
parte.”
Fragmento tomado del libro My Grandfather’s
Blessings, de Rachel Naomi Remen, capítulo
“Ser testigos”.
LA SILLA
La hija de un hombre le pidió al sacerdote que fuera a su casa a hacer una oración para su padre que estaba muy enfermo.
Cuando el sacerdote llegó a la habitación encontró a este pobre hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas.
Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo... ¿supongo que me estaba esperando? le dijo.
No, ¿Quien es usted?, dijo el hombre enfermo.
-Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted; cuando entré y noté la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo.
-Ah si, la silla-.
Le importaría cerrar la puerta?- dijo el hombre enfermo. El sacerdote sorprendido cerró la puerta. El hombre enfermo le dijo:
Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida le he pasado sin saber como orar.
Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, como se debe orar y los beneficios que trae...
...pero siempre esto de las oraciones; no se...! me entra por un oído y me sale por el otro. De todos modos no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces hace mucho tiempo abandoné por completo la oración.
Esto ha sido así en mi hasta hace cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo:
-José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con JESÚS, así es como te sugiero que lo hagas:
-Te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo, luego con fe miras a JESUS sentado delante de ti-.
-No es algo alocado el hacerlo pues el nos dijo:
"YO ESTARE SIEMPRE CON VOSOTROS"
-Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora-.
-Es así que lo hice una vez y me gustó; lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces-.
-Siempre tengo mucho cuidado de que no me vaya a ver mi hija... pues me internaría en el manicomio-.
El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era algo muy bueno lo que venía haciendo y que no dejara de hacerlo nunca.
Luego hizo una oración con él. Le extendió una bendición y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó:
-¿Falleció en paz?
-Si, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde, me llamó y fui a verlo a su cama-.
-Me dijo que me quería mucho y me dio un beso.
-Cuando regresé de hacer mis compras una hora después ya lo encontré muerto.
-Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de la cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré.
¿Que cree usted que pueda significar esto?
El sacerdote profundamente estremecido, se secó las lágrimas de emoción y le respondió:
-"Ojalá que todos nos pudiésemos morir de esa manera"
Cuando el sacerdote llegó a la habitación encontró a este pobre hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas.
Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo... ¿supongo que me estaba esperando? le dijo.
No, ¿Quien es usted?, dijo el hombre enfermo.
-Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted; cuando entré y noté la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo.
-Ah si, la silla-.
Le importaría cerrar la puerta?- dijo el hombre enfermo. El sacerdote sorprendido cerró la puerta. El hombre enfermo le dijo:
Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida le he pasado sin saber como orar.
Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, como se debe orar y los beneficios que trae...
...pero siempre esto de las oraciones; no se...! me entra por un oído y me sale por el otro. De todos modos no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces hace mucho tiempo abandoné por completo la oración.
Esto ha sido así en mi hasta hace cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo:
-José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con JESÚS, así es como te sugiero que lo hagas:
-Te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo, luego con fe miras a JESUS sentado delante de ti-.
-No es algo alocado el hacerlo pues el nos dijo:
"YO ESTARE SIEMPRE CON VOSOTROS"
-Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora-.
-Es así que lo hice una vez y me gustó; lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces-.
-Siempre tengo mucho cuidado de que no me vaya a ver mi hija... pues me internaría en el manicomio-.
El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era algo muy bueno lo que venía haciendo y que no dejara de hacerlo nunca.
Luego hizo una oración con él. Le extendió una bendición y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó:
-¿Falleció en paz?
-Si, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde, me llamó y fui a verlo a su cama-.
-Me dijo que me quería mucho y me dio un beso.
-Cuando regresé de hacer mis compras una hora después ya lo encontré muerto.
-Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de la cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré.
¿Que cree usted que pueda significar esto?
El sacerdote profundamente estremecido, se secó las lágrimas de emoción y le respondió:
-"Ojalá que todos nos pudiésemos morir de esa manera"
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